Los
antiguos pobladores de Centroeuropa y Escandinavia consideraban a los
árboles seres sagrados. Así, en la época del solsticio de invierno,
adornaban el árbol más alto y poderoso del bosque con luces y con frutos
(manzanas, por ejemplo), creyendo que sus raíces llegaban al reino de
los dioses, donde se encontraban Thor y Odin.
Según la tradición,
el cristianismo dio una lectura más profunda a esta costumbre. Se cuenta
que San Bonifacio -un sacerdote inglés que evangelizó Centroeuropa
entre los siglos VII y VIII- explicaba el misterio de la Trinidad con la
forma triangular del abeto: los frutos serían los dones del Espíritu
Santo (los regalos de Dios a los hombres); la estrella sería Cristo, la
luz de Dios, la luz del mundo; y el tronco, es fácilmente asimilable a
la tradición cristiana, que utiliza también muchos árboles en su
catequesis: el árbol del Paraíso, de la Ciencia del Bien y del Mal, el
árbol de Jesé, el santo madero del que se hizo la cruz…
Se
cuenta que San Bonifacio -un sacerdote inglés que evangelizó
Centroeuropa entre los siglos VII y VIII- explicaba el misterio de la
Trinidad con la forma triangular del abeto
A partir del
siglo XV los fieles comienzan a instalar los árboles en sus casas. Con
la reforma protestante –que suprime las tradiciones del belén y de san
Nicolás–, el árbol adquiere más protagonismo en muchos países del norte.
A sus pies los niños encuentran los regalos que traía el Niño Jesús.
El
éxito arrollador del árbol en el mundo anglosajón se debe a la reina
Victoria, quien instaló uno en el palacio real en 1830 y extendió la
costumbre por todo el reino. En 1848 incluso llegó a felicitar las
navidades con una imagen de la familia real ante el árbol, lo que
contribuyó a su difusión también por EEUU.
El éxito
arrollador del árbol en el mundo anglosajón se debe a la reina Victoria,
quien instaló uno en el palacio real en 1830 y extendió la costumbre
por todo el reino
La difusión del árbol en el mundo
protestante hizo que en los países católicos, especialmente del sur de
Europa, se diera menos importancia a esa tradición. Más recientemente,
con dos pontífices centroeuropeos la costumbre del árbol de Navidad ha
recuperado su importancia.
En 1982 se instaló por primera vez un árbol en la Plaza de san Pedro: “Que significa este árbol?–preguntaba Juan Pablo II–.Yo
creo que es el símbolo del árbol de la vida, aquel árbol del que se
habla en el libro del Génesis y que ha sido plantado en la tierra de la
humanidad junto a Cristo (...). Después, en el momento que Cristo vino
al mundo, el árbol de la vida fue vuelto a plantar a través de El, y
ahora crece con El y madura en la cruz (...). Debo decirles –confesaba–
que yo personalmente, a pesar de tener unos cuantos años, espero
impacientemente la llegada de la Navidad momento en el cual, es traído a
mis habitaciones este pequeño árbol. Todo ello lleva un enorme
significado que trasciende las edades…”.
Los regalos de Navidad
La
relación Navidad-regalo es muy antigua. Desde el inicio, un regalo en
estas fechas ha sido un modo de transmitir de modo material a las
personas queridas la propia alegría por el nacimiento del hijo de Dios.
Hasta
el siglo XIX, no se generalizó la idea, naciendo de las clases medias,
de la burguesía. Reyes Magos, Niño Jesús, Santa Claus o Papá Noel,
Befana, Olentzero, Caga Tiò… son personajes que, en las fechas de
Navidad, traen regalos a los niños. Pero muchos de estos personajes
tienen una larga historia. Contaremos dos:
Los Reyes Magos
La
importancia de los Reyes Magos es principalmente religiosa: ellos son
los protagonistas de la Epifanía, es decir, de la manifestación de Dios a
todos los hombres, de todos los pueblos de la tierra.
Ya habían
sido anunciados en el Antiguo Testamento (el libro de los Reyes e
Isaías) y san Mateo los describe como “magos de Oriente”. Que fuesen
tres y reyes, es una tradición que consolidó rápidamente, como demuestra
Orígenes, teólogo del siglo II.
Probablemente se trataba de sacerdotes de Babilonia, del culto de Zoroastro, dedicados a la astrología
Probablemente se trataba de sacerdotes de Babilonia, del culto de Zoroastro, dedicados a la astrología.
En
el siglo V, León Magno fija en tres el número de reyes, representando
así las tres razas humanas: la semítica, representada por el rey joven;
la camítica, representada por el rey negro; y la jafética, representada
por el rey más anciano. En el siglo XV, con el descubrimiento de nuevas
tierras, adquieren sus rasgos definitivos.
En el siglo V, León Magno fija en tres el número de reyes, representando así las tres razas humanas
A
lo largo de la historia han recibido nombres como Magalath, Galgalath y
Serakin; Appellicon, Amerin y Damascón; o Ator, Sater y Paratoras. Los
nombres Melchor, Gaspar y Baltasar aparecen por primera vez en un
pergamino del siglo VII.
Los restos de los reyes magos, tras ser
encontrados por Santa Elena en Saba, vivieron un agitado traslado por
toda Europa, hasta que reposaron finalmente en la catedral de Colonia.
Papá Noel
San
Nicolás fue un obispo cristiano que vivió en la actual Turquía en el
siglo IV. Aunque realizó muchos milagros, el más conocido relata que dio
la vida a tres niños que habían habían sufrido un trágico accidente.
Por eso, su figura ha estado siempre unida a los niños. Su devoción ha
pervivido tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa. Pronto, se
asoció el santo a los regalos que los niños recibían por Navidad.
La imagen actual es una mezcla del Sinterklaas holandés y tradiciones escandinavas que habían llegado a EE.UU.
La imagen actual es una mezcla delSinterklaas
holandés y tradiciones escandinavas que habían llegado a EE.UU. Su
origen se remonta a una noche de 1822, cuando el pastor protestante
Clément C. Moore creó el personaje de Santa Claus. El 24 de diciembre,
al caer la tarde, su esposa comprobó que le faltaban algunas cosas para
la cena y pidió a su marido que fuese a comprarlas. A su regreso,
Clement se entretuvo un rato con el guarda Jan Duychinck: un holandés
gordo y efusivo, con ganas de contar las tradiciones navideñas de su
tierra, en particular las costumbres relacionadas con Sinterklaas (Santa
Claus).
Ya en casa, el Dr. Moore mientras la mujer preparaba la
cena, redactó un poema para sus tres hijas contando la visita que le
había hecho San Nicolás. La figura que describió era la misma de
Duychinck: un sujeto cordial, gordo, de ojos chispeantes, nariz roja y
mejillas sonrosadas, que llevaba pipa y decía “ho, ho, ho”. Aunque el
personaje se llamaba San Nicolás, no tenía nada que ver con el obispo
San Nicolás.
(*) Artículo escrito por M. Narbona, Dr. en Historia.